¿HASTA QUÉ PUNTO EL SATANISMO PUEDE SER PENSADO COMO UNA RELIGIÓN?1
El fenómeno del Satanismo ha sido tergiversado de diversas maneras en Colombia y particularmente en Medellín por diversos grupos (como en ciertos sectores del periodismo tradicional, por
Carlos Arboleda Mora piensa que “el satanismo ha sido tratado de manera poco rigurosa en algunos ambientes periodísticos, religiosos y culturales. Ha caído en la categoría de lo fantástico y de lo morboso”2. Esto se debe a que Colombia es un país tradicionalmente católico, en el cual se ha defendido a ultranza el fenómeno de las tres erres: Riqueza, Región, Religión (en términos del filósofo e historiador Luis Javier Ortiz). De ahí que cualquier movimiento que ponga en cuestión sus doctrinas sea señalado de inmediato como “satánico”, como es el caso de los poetas nadaístas y de los rockeros en los 60´y 70´ y de los metaleros en los 80´y 90´. Se ha señalado a agrupaciones de Rock y de Heavy Metal de ser “satánicos” sin comprender cuáles son los matices filosóficos, socioculturales e históricos del satanismo, del anticristianismo y del anticlericalismo.
Desde el punto de vista de
Algo análogo sucede con los denominados “Estados Modernos” que ven en grupos al margen de la ley sus chivos expiatorios, para justificar sus “Políticas de Seguridad Democrática”, cuyos medios y fines en nada se diferencian de los grupos ilegales. Así le ha pasado a
La música Rock y el Metal también han sido flancos y chivos expiatorios de diversas autoridades eclesiásticas. A grupos como Led Zeppelín, Black Sabbath, AC/DC, kiss, Iron Maiden se les ha acusado de promover el satanismo con el trillado “discurso de lo subliminal”, lo cual es falso… Y si fuese cierto en Colombia desde 1991 ya no sería ilegal. Los rockeros en los 70´ y 80´ tuvieron que pagar las consecuencias del conservatismo y de la ignorancia eclesial en torno a diversos grupos juveniles como los metaleros. Nadie niega que en Colombia: se han cometido múltiples actos delictivos, de hecho –como dice Arboleda Mora- “hay actos delictivos en algunos grupos satánicos, pero no son realizados por ser satánicos, sino que hay personas que los ejecutan y los justifican bajo la capa del satanismo”7. Casi siempre se comete el error del raciocinio de afirmar el todo sólo teniendo la parte: ahí nace el estereotipo errado del “sujeto satanista”.
Desde el enfoque teológico y bíblico, Satanás ha sido el acusador, el ángel de Yavé, el adversario de Dios, el calumniador, el censurador, el desordenador, el opositor… En el Satanismo Laveyano “Satán” sigue siendo eso, con la diferencia que ya no es una deidad, ni una entidad sobrenatural y metafísica, sino un poder terrenal, mundano, corporal y psicológico. La pregunta sería ¿si el satanismo Laveyano no está regido por una deidad, entonces por qué en dicha corriente se hacen rituales mágicos y de hechicería? Esta cuestión tiene que dilucidarse teóricamente, lo que sí está más claro es la posición ética de
Si se aplica la perspectiva sociológica de Emile Durkheim9 y antropológica de Cliford Geertz10 en lo metodológico, se puede deducir que el satanismo no es en sí una nueva religión, sino que tiene diversos esquemas religiosos (básicamente de culturas como
Patricia Muñoz en su artículo “El retorno de Satán” muestra, desde la teoría freudiana, que el satanismo es la proliferación y el efecto de la caída de los grandes semblantes, es decir, la caída de las “verdades absolutas” no cuestionadas. Esto hace que se multipliquen nuevas ideologías, y por tanto, se llega a la forclusión que sostiene el discurso de la ciencia, el declinar del padre y la multiplicación contemporánea de las sectas. Sin embargo, Muñoz con su análisis generaliza en exceso, puesto que si bien algunas sectas “satánicas” practican el incesto, el asesinato y la violación, esto históricamente lo hicieron en
Muñoz tiene razón cuando afirma que “la estructura de todas las sectas es igual, aunque sus fines son diferentes”. Aunque exagera cuando estigmatiza a los líderes de las sectas como locos, paranoides y canallas”, porque no hace la distinción entre satanista (satanismo luciferino), satánico (satanismo marginalista) y el for faris (fafarachoso: satanismo de curiosos), ni tampoco tiene en cuenta que los satanistas generalmente también se apoyan en otras mitologías. En otras palabras, no es “el retorno de Satán” lo que desata el satanismo, sino el regreso de una pugna histórico-medieval entre los vikingos y los católicos. Dicha autora también afirma que “la cuestión del deseo se plantea en el ser hablante puesto que no hay garantía de la verdad ni del saber”. En esta afirmación no se tiene en cuenta que el cristianismo le lleva al satanismo casi 2000 años de ventaja y hoy día el cristianismo tampoco da una garantía de la verdad ni del saber, e incluso a veces es tan ridículo que considera al conocimiento humano como una tentación de Satanás, ignorando que la creencia de ellos también es humana.
A lo anterior se suma la ignorancia conceptual de ciertos seguidores de Cristo y de Satanás, quienes confunden los conceptos de Satán, Diablo, Demonio, Lucifer y Leviatán, entre otros. E igualmente no distinguen entre satánico, satanista, anticristiano, ateo, fafarachoso e irreligioso. Por lo tanto, se juzga jurídicamente a los adoradores de Satanás por sus prácticas ilegales (que no siempre lo fueron), mas no porque sus creencias sean erróneas o no. Quienes idolatran a Satán, casi nunca, se consideran una nueva religión, sino un poder mundano y pagano que busca placer en exceso. No obstante, antropológicamente a varios de ellos se les puede asignar el apelativo de religiosos y de dogmáticos, porque así no lo reconozcan, poseen fe en un Ser (que en
Finalmente, el satanismo en general es un asunto que es más complejo de lo que parece; el satanismo pagano y el de Aleister Crowley no se han analizado en el presente ensayo, puesto que dada su complejidad merecen un escrito con pretensiones más exhaustivas que el presente; el satanismo laveyano, en última instancia, se puede apreciar como una hibridación del hedonismo clásico (con su búsqueda insaciable de placer), del consumismo contemporáneo, del presentismo epicureísta, de ciertas concepciones filosóficas panteístas, deístas, agnósticas, nósticas, ateas y anticristianas, del individualismo capitalista, del vitalismo nietzscheano, del erotismo del Marqués de Sade, del maniqueísmo soroastrista… Todo ello pretende configurar más que una religión: una “nueva ética” en la que se exalta el ego y no se predica amor desinteresado al próximo como en el cristianismo.
1 Escrito por Wilmer Alberto Zuleta López: wilmeralbertomeister@gmail.com
2 Carlos Arboleda Mora. “Del Satanismo en Colombia”. En: ALBORADA (
3 Ibíd., p. 13.
4 Ibíd., p. 11.
5 Fray Marino Martínez Pérez. “Todos contra el Diablo”. En: ALBORADA (
6 Op, Cit, Arboleda Mora, p. 10.
7 Ibíd., p. 13.
8 Véase el principio 8 del Satanismo Laveyano.
9 Emile Durkheim analiza las estructuras básicas de la religión desde las siguientes consideraciones: “en el fondo ninguna religión es falsa. Todas responden, aunque de formas distintas, a condiciones dadas de la existencia humana… Todas las religiones son comparables… Si
10 Clifford Geertz concibe la religión como parte simbólica de la cultura, para él “la cultura denota un esquema históricamente transmitido de significaciones representadas en símbolos, un sistema de concepciones heredadas y expresadas en formas simbólicas por medios con los cuales los humanos comunican, perpetúan y desarrollan sus conocimientos y sus actitudes frente a la vida” (Véase Clifford Geertz. “La interpretación de las culturas”. Gediza, Barcelona-España, 1972, p. 88). En este sentido, él define el símbolo como “la esencia del pensamiento humano” y como “la posibilidad de transposición recíproca de modelos de y para la formulación que hace posible la característica distintiva de una mentalidad” (ibíd., p. 92). Cuando Geertz habla de “modelos de”, ello significa la relación entre el mundo y el yo, mientras que “modelos para” hace referencia a disposiciones mentales por el otro. ¿Este par de conceptos podrían aplicarse al satanismo? Eso se podrá determinar en próximas indagaciones, pero lo que sí se puede vislumbrar es el concepto de religión en Geertz: “en su trayectoria, la religión perturbó tanto como consoló y alegró” (Ibíd., p. 99). En esta premisa no se percibe la insoluble paradoja moral en la cual la concepción de los valores es inadecuada respecto a la experiencia, cuya existencia reconoce Geertz. Lo que sí no es paradójico es el axioma fundamental de la perspectiva religiosa que según él es “quien quiere saber, debe primero creer”. Si bien puede ser aplicable a diversas cosmogonías y teogonías, así como a ciertas prácticas cristianas y satanistas; por otra parte ella no necesariamente determina cuáles creencias contienen esquemas religiosos y cuáles no, en el caso del satanismo vale analizar con lupa dicho axioma como se intentará hacer en la presente indagación.